A. José Farrujia de la Rosa
Profesor de la Universidad de La Laguna
El suelo los hizo suyos y nuestros
El cielo los tuvo vivos y muertos
Joyas de la desmemoria moderna
¿quién se olvida, quién se acuerda?
Maria Arnal i Marcel Bagés
La exposición de restos antropológicos de los indígenas canarios, mirlados o no, ha sido un elemento definidor de las primeras sociedades científicas y luego museos arqueológicos canarios desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. Sabemos por determinadas fuentes etnohistóricas que los cuerpos de los antiguos canarios, tratados tras su muerte para su preservación, se conocían con el término «xaxo», mientras que el término «mirlado» hace referencia al proceso de conservación de los cadáveres.
Las fuentes etnográficas de los siglos XVI y XVII señalan que la muerte tenía un significado sagrado para los indígenas canarios, quienes creían en la inmortalidad del alma. La arqueología también ha demostrado que los indígenas canarios adoraban a sus muertos. El respeto y la fe en otra vida los llevó a cuidar los cadáveres en sus entierros. En este sentido, se han encontrado enterramientos bien cuidados con cuerpos mirlados en cuevas, envueltos en pieles y acompañados del correspondiente ajuar funerario, integrado según los casos por collares, bastones, recipientes cerámicos, entre otros elementos muebles.
La significación original precisa que tuvieron los restos humanos indígenas, como culto a los antepasados, no ha llegado hasta nuestros días. Es decir, se conservan los restos mortales, pero para la sociedad canaria contemporánea tienen un valor distinto: son objetos de consumo cultural, que forman parte de la oferta museística y se han convertido en símbolos de la identidad cultural canaria.
¿Por qué se ha perdido, con el tiempo, su significación original? Existe una realidad bien concreta que permite dar respuesta a esta pregunta: en Canarias no se dio una continuidad histórica entre la realidad indígena precolonial y colonial. El etnocidio a raíz de la conquista europea en el siglo XV provocó la pérdida progresiva de numerosas tradiciones culturales indígenas, a pesar de que los isleños que sobrevivieron pasaron a formar parte del nuevo orden social. Su principal recurso económico siguió siendo, al igual que en la época precolonial, la trashumancia pastoral. Se han desarrollado distintas investigaciones que reflejan cómo, a pesar del etnocidio, estos grupos indígenas conservaron varias tradiciones ancestrales, como su particular forma de divertirse durante las festividades anuales, con música, exhibiciones de lucha libre, saltos, carreras y particularmente bailes y determinadas prácticas cultuales1. Asimismo, desde un punto de vista genético, estudios recientes basados en ADN mitocondrial, han determinado que el 42% de los linajes de ADN mitocondrial de canarios modernos tienen un origen indígena2. En esta línea se han desarrollado también otros proyectos que han permitido reconstruir la ascendencia genealógica de los canarios contemporáneos en zonas como Icod el Alto y San Juan de la Rambla (Tenerife). Los resultados permiten establecer un vínculo directo con las comunidades indígenas del siglo XV, desde un punto de vista genealógico y genético3.
Sin embargo, a pesar de estas pervivencias y debido al etnocidio, en Canarias no se ha desarrollado una arqueología indígena, hecha por los descendientes de los indígenas, a diferencia de lo que acontece, por ejemplo, en Australia, donde existe una clara diferenciación cultural, étnica, entre el sustrato indígena y el occidental, y donde las comunidades nativas desempeñan un papel fundamental a la hora de mantener vivas sus propias costumbres y su estudio. En este sentido, a pesar de las pervivencias aludidas, la inexistencia de un sustrato indígena, como tal, en las islas Canarias en la actualidad, permite entender que se produzca una paradoja cultural con respecto al tratamiento que reciben los restos humanos del mundo indígena: los cuerpos mirlados son vistos como auténticos símbolos culturales de gran valor científico, pero un gran número de canarios no los percibe como un vínculo con su pasado, sino con indiferencia. Es decir, la peculiaridad aquí descrita para el caso canario y la exhibición de los restos mortales indígenas en urnas de vidrio ha enfatizado, en cierto sentido, la construcción de un discurso basado en la “otredad” del indígena. En Canarias, la herencia occidental y colonial y el discurso museográfico han contribuido a “distanciar” a los antiguos canarios de los canarios que viven hoy en las islas. Esto permite entender por qué no existe ningún movimiento social que haya pedido la retirada de los restos humanos de la exhibición pública en los museos arqueológicos canarios, al contrario de lo que sucede, por ejemplo, en los casos australiano, argentino, neozelandés o canadiense, entre otros. Las comunidades indígenas de estos países han desarrollado peticiones, dentro del marco institucional, para reclamar los restos de sus antepasados y pedir su retirada de las salas de los museos y su posterior restitución.
Otro factor que permite entender la inexistencia de un debate real en Canarias sobre este tema lo encontramos en el propio comportamiento de los museos y de la sociedad al respecto: ni los museos ni la práctica totalidad de la sociedad suelen invertir tiempo en reflexionar sobre estas cuestiones, ligadas con la ética, con la escala de valores. Desde la esfera política, el Gobierno autonomista de Canarias ha respaldado las peticiones del Museo de Naturaleza y Arqueología de Tenerife para recuperar los cuerpos mirlados guanches conservados en el extranjero o en Madrid, como es el caso del xaxo conservado en el Museo Arqueológico Nacional. Asimismo, el Gobierno autonomista canario ha apelado a la repatriación de los cuerpos mirlados, lo que, en cierto sentido, conecta con las demandas indígenas de otros países. Sin embargo, ni el Gobierno ni la sociedad canaria han pedido la restitución de los restos a los lugares apropiados, es decir, su emplazamiento fuera del ámbito museístico, en espacios acondicionados para tal fin. Esto acontece, básicamente, porque los restos humanos indígenas son considerados en Canarias, únicamente, como símbolos culturales.
La reciente Ley 11/2019, de 25 de abril, de Patrimonio Cultural de Canarias, es la primera en España que ha incorporado en su articulado la compleja gestión de los bienes patrimoniales delicados, como es el caso de los restos humanos (puede verse al respecto el artículo 87)4. Tenemos un marco legal que aboga por la restitución. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede en Australia, Canadá o Estados Unidos, en el contexto canario los restos indígenas no tienen un vínculo claro con las comunidades descendientes, a pesar de que existe, como ya hemos señalado. Esto implica que el éxito de las recientes medidas legales adoptadas en Canarias dependerá de la sensibilidad política, científica y de la propia sociedad, ante la inexistencia, por razones obvias, de un colectivo étnico y cultural diferenciado que lidere este tipo de peticiones.
Los restos humanos de los indígenas canarios no son solo hallazgos arqueológicos que aportan una rica información sobre los antiguos pobladores de las islas. También constituyen testimonios de creencias, ritos, prácticas cultuales y aportan un amplio contexto cultural. Es decir, el patrimonio inmaterial también es fundamental para comprender el origen y trasfondo de estos vestigios, cuya investigación no debe ser incompatible con la restitución. En este sentido, las medidas legales recogidas en la referida Ley de Patrimonio Cultural de Canarias deberían propiciar que se empezara a reconsiderar el discurso museístico, la exhibición pública de los restos mortales, pero sin que ello impida que se investiguen este tipo de materiales sensibles, como son los restos humanos. Poner en valor este pasado pasa, necesariamente, por conocerlo y divulgarlo… Pero ¿es necesario divulgar a partir de la exhibición pública de los restos humanos? Si no se debate sobre esta problemática, el tratamiento de los restos mortales de los indígenas canarios continuará manteniendo viva la visión propia de los museos del siglo XIX… en pleno siglo XXI.
1 Pueden verse al respecto, entre otros, las siguientes publicaciones:
-LORENZO PERERA, M. J. (1987). Estampas etnográficas de Teno Alto (Buena Vista del Norte, isla de Tenerife, Canarias). Ayuntamiento de Buenavista del Norte. Tenerife.
–LUIS GARCÍA, C. N. (2011). La música tradicional en Icod de los Trigos. Tiempos de juegos, rezos y entretenimientos. Volumen 1. Asociación Cultural Los Alzados. Santa Cruz de Tenerife.
-PÉREZ CÁCERES, E. (2018). La Punta del Cabezo de Fuencaliente y la pervivencia de la cultura indígena. Iruene, 10: 24-37.
2 FREGEL, R., A. ORDOÑEZ, J. SANTANA CABRERA, V. CABRERA, J. VELASCO VÁZQUEZ, V. ALBERTO BARROSO & M. MORENO BENÍTEZ. (2019). Mitogenomes illuminate the origin and migration patterns of the Indigenous people of the Canary Islands. PLOS ONE, 14 (3). (https://doi.org/10.1371/journal.pone.0209125).
3 LUIS GARCÍA, C. N. (2011). La música tradicional en Icod de los Trigos. Tiempos de juegos, rezos y entretenimientos. Volumen 1. Asociación Cultural Los Alzados. Santa Cruz de Tenerife.
4 https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2019-8707