Carmen Rosa Pérez Barrios
Doctora en Historia

Antonio Domínguez Alfonso nació en Arona el día 26 de julio de 1859, y falleció en Madrid el 28 de diciembre de 1916. Fue hijo de Antonio Francisco Domínguez Villarreal y de Josefa Alfonso Feo, naturales de Arona y San Miguel de Abona, respectivamente. 

Su familia fue una de las más sobresalientes de la comarca. Su padre, Antonio Francisco Domínguez Villarreal había sido Comandante Graduado y Capitán de Milicias del Regimiento de Abona. Forjó su fortuna gracias a la administración de fincas de la gran terratenencia absentista, pues, sabemos que entre 1847 y 1869 actuaba como cobrador de censos de la Casa Fuerte de Adeje, labor que desarrolló durante la administración de Francisco Díaz González y de Jacobo Gough de Landaburu, quienes precisaban de personas de su confianza en la comarca que les suplieran en sus funciones. Nos constan también sus actividades económicas con América, área en la que su padrastro, el indiano José Medina, pudo asesorarle. De hecho, financiaba el viaje de algunos vecinos a América, trasladados a Cuba por su cuñado Miguel Alfonso en la Goleta Española La Enramada.

Su matrimonio con Josefa Alfonso Feo, hija de Miguel Alfonso Martínez y de María Josefa (Hernández) Feo, le une a una de las más destacadas familias de San Miguel de Abona, protagonista en el origen y en el devenir socio político de la localidad durante los siglos XVIII, XIX y parte del XX. 

Tras estudiar la primera instrucción en su pueblo natal, Antonio Domínguez Alfonso cursó estudios medios en el Instituto Secundario de La Laguna, seguirá sus estudios en la Península, licenciándose en Filosofía y Letras y doctorándose en Derecho. 

Al regresar a la Isla abrió despacho en Santa Cruz, consiguiendo en poco tiempo un gran prestigio profesional. Paralelamente se involucra en la vida cultural y científica de la capital, por ejemplo, impulsando la creación del Instituto de Secundaria de Santa Cruz, labor en la que tuvo, junto a otras personalidades del momento, un gran protagonismo su hermano el médico Eduardo Domínguez. 

Pronto se interesó por la política, sus ideas democráticas y el radicalismo propio de la juventud lo colocaban, según algunos, próximo a los planteamientos republicanos, aspecto que él siempre negó, pues entendía que sus ideas no eran patrimonio del republicanismo, aunque este hubiera terminado apropiándoselas. Creado el sistema político de la Restauración por Cánovas del Castillo, Antonio Domínguez se integrará en él dentro del Partido Liberal Fusionista liderado por Sagasta. En seis ocasiones tuvo la posibilidad de representar a la circunscripción de Tenerife como Diputado a Cortes, y dos veces como Senador. Pese a las muchas contrariedades que tuvo que afrontar dentro del juego político, y a pesar de sus grandes discrepancias con Fernando León y Castillo, líder de la política liberal en Canarias, permaneció fiel al partido en el que militaba, aunque en 1910 ganaba el escaño dentro de una coalición denominada Unión Patriótica, que pretendía luchar contra la apuesta de división provincial planteada desde Las Palmas.

La representación en Cortes le llevó a establecer su residencia definitivamente en Madrid, donde ejercerá su profesión y ganará gran reconocimiento político y jurídico. En la década de 1890, cuando los aires políticos no le resultaban propicios, decidió asumir responsabilidades en el ámbito colonial, así en 1893 era nombrado Gobernador de Manila, y en 1897 viajaba de nuevo al Archipiélago al aceptar el cargo de Intendente General –misión en la que fue acompañado por su primo el abogado Gerardo Alfonso Gorrín, como publicamos hace unos años en La Tajea–. La aceptación de este cargo hizo que en 1898 viviera en primera fila la guerra frente a Estados Unidos, que concluyó, como sabemos, con la pérdida de las últimas colonias que le quedaban a España. En tan adversas circunstancias la figura de Domínguez Alfonso logró salir indemne, pues mientras la oposición, la prensa, la sociedad y los tribunales cuestionaban a los supuestos responsables de la rendición de Manila, salvo contadas excepciones, la actuación de Antonio Domínguez recibió elogios. 

En su acción política destacó Domínguez Alfonso especialmente en dos ámbitos. En uno, combatió a Fernando León y Castillo defendiendo la capitalidad de Santa Cruz, oponiéndose a los despojos que el Marqués del Muni promovía en beneficio de Las Palmas. En este terreno, su gesta más destacable a nivel parlamentario será la férrea defensa que hizo en 1911 de la unidad provincial, impidiendo que prosperara el proyecto de división en dos provincias defendido por la representación grancanaria, y que contaba con la simpatía de Canalejas, Presidente del Gobierno, convencido de que con esta medida lograría solucionar el denominado “pleito insular” o “problema canario”. 

En el debate parlamentario defendió la idea de unidad provincial, pero también la de descentralización insular, sustentando su razonamiento en la realidad geográfica de la provincia. Planteo la conveniencia de resucitar la figura de los antiguos cabildos para cada una de las Islas, organismos que asumirían algunas de las competencias de la Diputación Provincial. Esta demanda se concretará en 1912 en la aprobación por las Cortes de la Ley de Reorganización Administrativa de Canarias o Ley de Cabildos, por la que nacieron los actuales Cabildos Insulares. Era consciente Domínguez Alfonso de que con ello no se solucionaban los males de la Administración provincial, por lo que reclamará del Gobierno central una descentralización de funciones, especialmente útiles en un territorio como el canario, muy distante de los centros del poder, fórmula con la que creía se agilizaría la tramitación de los proyectos, acercando la administración a la población. 

El otro ámbito en el que destacó, fue en el de solicitar cuantas mejoras pudieran repercutir en el desarrollo de los pueblos que componían la circunscripción que representaba. Como sureño era conocedor de que el mayor hándicap para el progreso de esta parte de la Isla radicaba en su lejanía e incomunicación, por lo que apostó y luchó por sacarla del aislamiento. Por ello, entre sus primeras iniciativas se encuentra el tendido del cable telegráfico al Sur, logrando cerrar un anillo insular, e incluso extender el servicio desde Arona a La Gomera. En ese intento de mejorar las comunicaciones luchó por la Carretera de Circunvalación, proyecto que parecía inacabable, por lo que para paliar ese déficit comunicativo gestionó la construcción de carreteras entre los pueblos de medianías y sus principales embarcaderos, elementos imprescindibles para poder poner en los mercados internacionales la producción que empezaba a extenderse a finales del siglo XIX, especialmente los tomates y las papas.

Y fueron esos méritos los que llevaron al pueblo de San Miguel a nombrarlo Hijo Predilecto, honor que tenía ya en 1912, según recogía la prensa con motivo de su visita a la localidad. Aunque las actas de estos años no se conservan en el Archivo Municipal de San Miguel, por las noticias de prensa y lo ocurrido en otros pueblos, creemos pudo ser la llegada del telégrafo a San Miguel lo que impulsó su reconocimiento como Hijo Predilecto. El servicio telegráfico quedó establecido en el pueblo el 12 de julio de 1904, y con ello se abría para el vecindario una nueva etapa, pues no sólo se favorecían los negocios comerciales, sino los agrarios, al poder conocer con prontitud y antelación las cotizaciones que estaban alcanzando en los mercados sus productos. No debemos olvidar la importancia que tuvo la burguesía agraria sanmiguelera, con propiedades no sólo en el municipio, sino en el limítrofe de Arona, especialmente en la plataforma costera de Las Galletas, espacio que gozaba de excelentes condiciones térmicas para la producción de tomates de contar con los recursos hídricos necesarios, aspecto en el que concentró sus fuerzas la terratenencia local, como también lo hizo Antonio Domínguez Alfonso a nivel nacional, a fin de conseguir medidas que favorecieran la captación, conducción y almacenamiento de agua.

Pero el aumento de la producción poco podía representar en la economía sureña, si no se lograba colocar en los mercados la producción de forma rápida. Dada la lentitud con la que avanzaba la carretera de circunvalación, Domínguez Alfonso defenderá la realización de carreteras que unieran los pueblos de medianías con sus principales embarcaderos. Así, entre 1908 y 1910 parecía estar próxima la construcción de la carretera que conectaría San Miguel con Los Abrigos, enclave portuario que, aunque perteneciente a Granadilla, se convertirá con Las Galletas en puerto de San Miguel, reivindicándose por estas fechas también la construcción de embarcaderos que facilitasen las labores carga y descarga.

Como hemos señalado líneas atrás, en las filas de la Unión Patriótica hizo frente a la defensa de la unidad de la provincia y de la capitalidad de Santa Cruz, frente a las pretensiones divisionistas de Las Palmas. En un impresionante discurso, durante tres días, defendió con argumentos históricos, económicos, políticos y sentimentales la unidad, lo que posteriormente propiciará la aprobación de la Ley de Cabildos en 1912. 

Con el éxito parlamentario conseguido emprendió Antonio Domínguez viaje a Tenerife, donde recibió el reconocimiento y cariño de la población. Los homenajes se multiplicaron, y entre ellos en el Sur de la Isla. Tras ser recibido en Santa Cruz por el pueblo, autoridades, asociaciones, representantes de los distintos pueblos, etc., pasó unos días en La Laguna, donde la familia de su hermano Eduardo Domínguez solía veranear. De aquí viajó al Sur de la Isla, con el fin de pasar unos días junto a su familia y visitar los distintos pueblos. 

No tenemos constancia de cómo fue recibido en su pueblo natal a finales de agosto, pero, sin duda, su llegada se produjo por Los Cristianos, desembarcando en el pequeño muelle construido hacía poco tiempo en El Rincón para el servicio de la Fábrica de alcohol, la E.C. Jaacks y Compañía. Como ocurría en ocasiones especiales, el embarcadero debió engalanarse con arcos de flores, acudiendo muchos de los vecinos a recibirlo. Seguidamente Antonio Domínguez se dirigirá a Arona, a la casa familiar, donde se reencontrará con su hermano Aquilino, sus sobrinos Eugenio y Antonio Domínguez Alfonso, María Amalia Frías Domínguez y otros parientes. No obstante, sabemos del malestar que, por estos años, sentía parte del vecindario con la familia Domínguez, al entender que el trazado de la Carretera que se proyectaba desde Los Cristianos a Arona beneficiaba sus intereses, perjudicando a una parte del municipio. Desconocemos cómo fue el recibimiento que le ofrecieron en otros pueblos comarcanos, pero puede servir de muestra la bienvenida que le dieron en San Miguel, el pueblo de su familia materna, donde tenía familiares, amigos personales y políticos.

El día 1 de septiembre de 1912 fue un día de fiesta para San Miguel, pues visitaba el pueblo Antonio Domínguez Alfonso, incansable defensor de los intereses de Tenerife en Madrid, y a tales efectos se preparó un gran recibimiento. 

Desde las ocho de la mañana comenzaron a detonarse voladores, y los vecinos presurosos ultimaban los preparativos. Antonio Domínguez partía de Arona en dirección a San Miguel por el Camino Real que cruzaba el Valle de San Lorenzo. Aunque existe un camino que por las faldas del Roque de Jama se dirige al caserío de la Hoya en San Miguel, presumimos que la ruta que siguió Antonio Domínguez fue la del camino de La Fuente en dirección a El Roque, donde le esperaban unos cien jinetes que habían partido desde San Miguel para recibirlo. En comitiva llegaron a la entrada del pueblo de San Miguel, donde le esperaban unas 600 personas. 

Para la ocasión el pueblo se había engalanado con gran cantidad de arcos de flores naturales, distinguiéndose el realizado por el Ayuntamiento, donde se leía: “AL ILUSTRE Y HERÓICO DEFENSOR DE LOS INTERESES TINERFEÑOS DON ANTONIO DOMÍNGUEZ”

Al llegar al Calvario, en la entrada del pueblo, la multitud saludó al visitante con grandes ¡Vivas!, a él, a España, a Tenerife y a San Miguel, momento que era narrado por un asistente en los siguientes términos “Por lontananza se veía una bruma espesa, que lentamente se aproximaba, de todas las bocas, de todos los corazones al unísono, estalló un grito, grito que atronó el espacio con un ¡Viva Don Antonio Domínguez!”.

Domínguez Alfonso saludó al pueblo, y dio las gracias por las demostraciones de simpatía, añadiendo que pretendía darles cuenta de sus gestiones en Madrid y ver las necesidades de los pueblos del Sur. 

A continuación la comitiva se dirigió a la Iglesia donde el párroco Norberto Álvarez ofició una misa. Para la ocasión se habían colocado algunos asientos en el presbiterio, que fueron ocupados por el Diputado, por el Alcalde Ezequiel Marrero, por el Juez municipal Luciano Alfonso y por el Secretario municipal Francisco Gómez.

Posteriormente Antonio Domínguez visitó los centros o casinos monárquico y republicano, La Unión y La Libertad, teniendo frases elogiosas para ambos. 

Por la noche pronunció un discurso en el local de la Sociedad La Unión, donde el público abarrotaba el salón. Disertó sobre la situación de los pueblos del Sur desde la Revolución de Septiembre de 1868, y denunció las distintas formas de caciquismo que emanaban de la impureza del centralismo y del cunerismo. Defendió ideas como la del regionalismo, entendiéndolo como remedio a la centralización, e invitó a los pueblos sureños, iniciadores de la defensa de Tenerife, a ir en avanzada en el nuevo movimiento, un movimiento que concentrara la periferia de la Isla con su centro. Por último, hizo un llamamiento a la unión y al olvido de rencillas, pues consideraba que sólo contribuían al empobrecimiento de los pueblos y a la tirantez en las relaciones sociales, ideas que en definitiva estaban en el origen de la Unión Patriótica, coalición que se había demostrado útil en la lucha contra un enemigo común, es decir, contra el divisionismo defendido desde Gran Canaria. 

La velada se cerró con un baile que duró hasta las cuatro de la mañana. La concurrencia fue obsequiada con pastas y licores, relacionándose entre los asistentes a algunas de las jóvenes, caso de María Bello, Elisa, Rosita y Eulalia Gómez, María Calzadilla Alfonso, Petrita Bello Rodríguez, Elvira Rodríguez, Clarita García, Andrea Galván, Ángeles Marrero, etc.

Domínguez Alfonso cosechó en esta visita a San Miguel múltiples elogios, como los que han quedado en la prensa, cuando se describe su llegada en los términos siguientes:  “apareció la arrogante figura del hijo predilecto de este pueblo, del incansable defensor de esta hermosa perla del Atlántico, de ese sabio y justiciero hombre que tanto se ha desvivido, que tantos sinsabores y disgustos ha padecido por el bien de su tierra con motivo del ya olvidado “Pleito Provincial (…) con su voluntad de hierro supo vencer al enemigo que sin razón ni justicia, quería apoderase a todo trance de lo que a su terruño pertenece”, añadiendo, respecto a su trato, que con la bondad que le caracterizaba, reflejo de su honradez, conversaba con todos, teniendo frases de cariño y alegría para sus amigos de infancia.

Al día siguiente Domínguez Alfonso, acompañado de su familia, se desplazó hasta Los Abrigos, embarcadero principal para los vecinos de San Miguel, con el propósito de seguir viaje a Guía de Isora. Manifiesta que era un ¡hasta luego!, pues de regreso pensaba visitar otros pueblos del Sur, como Granadilla, Vilaflor, etc.

De vuelta en Madrid, Domínguez Alfonso seguirá en su lucha, intentando que el Reglamento de Cabildo no desvirtuara el triunfo obtenido en 1912, pues creía que a través de él podía conseguir Las Palmas parte de sus pretensiones divisionistas, despojando indirectamente a la Diputación Provincial.

Las luchas políticas frustraron su candidatura en 1914, volviendo a obtener representación en Cortes, en este caso como Senador, en 1916.

Esta representación fue breve, pues la muerte le sorprendió el 28 de diciembre de 1916. Su fallecimiento se sintió a nivel nacional, en la circunscripción que tantas veces representó, en los distintos pueblos a los que tantos beneficios consiguió, pero especialmente en sus tierras sureñas.

Lo que él escribía para referirse al ariqueño Martín Rodríguez Peraza, líder destacado del Partido Conservador tinerfeño, tras su defunción, nos puede resultar válido para describirlo a él: “Era el indómito chasnero, como el ágil guerrero de las agrestes y escarpadas montañas de donde surgen y se mantienen con mayor denuedo las luchas de independencia; de los que creen perdido el día en que por ella no han peleado, sin dar paz a la mano y descanso al enemigo”.

Durante su vida Antonio Domínguez había sido objeto de múltiples reconocimientos públicos, y éstos seguirán con su muerte. Pueblos como Icod, Los Realejos, La Orotava dejaron constancia de su sentir, como lo hizo Santa Cruz rotulando la calle La Noria con su nombre. En Arona, en 1917 la Calle Nueva recibirá el nombre de Domínguez Alfonso, y en San Miguel su labor fue reconocida rotulando la arteria principal del pueblo ‒la antigua Calle Real o Calle de la Iglesia‒, con su nombre, denominación que perduró hasta 1937, cuando en el contexto de la Guerra Civil se decidió sustituir la denominación por la de General Franco.

Con motivo del centenario de su fallecimiento, el Ayuntamiento de San Miguel de Abona tuvo a bien recuperar la memoria de este Hijo Predilecto, y así rotuló en su honor una pequeña plaza, un lugar emblemático, frente al pequeño Calvario, allí donde en septiembre de 1912 fue recibido y aclamado por el pueblo de San Miguel de Abona.

Con estas líneas, recordamos y homenajeamos a un sureño que luchó por el progreso de las Islas, especialmente por sus tierras sureñas, como él decía, tierras pobres, y por ello necesitadas de atención y amor “por eso yo amo los territorios pobres de Canarias, y por eso he procurado defenderlos y sacarlos, en cuanto mis fuerzas han podido, de la oprobiosa esclavitud en que yacían…”.